martes, 4 de agosto de 2020

Agustín Alamán. Artículo de Esther Puisac en Rolde.

"¿Qué hace que alguien sea olvidado? ¿Qué méritos hay que tener para figurar, por ejemplo, en el tratado artístico de una época? ¿En qué listados hay que inscribirse para que un individuo que obtuvo logros importantes aparezca en libros o artículos que luego alguien pueda consultar?" Estas preguntas se formula la periodista Esther Puisac Nogarol en un estupendo artículo sobre el artista Agustín Alamán publicado en el último número de Rolde que, además de disfrutar con su lectura, me ha hecho preguntarme lo mismo y aún más: ¿por qué el destino (o la memoria, o lo que sea) a veces actúa como los dioses antiguos y cubre a quien elige con una espesa niebla que lo vuelve invisible, no para salvarlo de la muerte como a los héroes homéricos, sino para sustraerlo a la visión y el recuerdo de sus paisanos? Nunca oí hablar (o, al menos, lo he olvidado) de Agustín Alamán, nacido en 1921 en Tabernas, a cinco kilómetros de Sangarrén, y que sufrió tres exilios: el de su pueblo tras la guerra, el de Francia y el de Uruguay, en los años setenta. Este último lo devolvió a España y a Tabernas como un forastero desconocido, a ver su casa en ruinas y convertida en propiedad municipal. En esa visita tropezó en la calle con un par de mozos y les preguntó por un amigo de la infancia, que resultó ser el padre de ambos y abuelo de la periodista. Lo invitaron a comer a su casa de Huesca y tomaron una foto de recuerdo. 


La fotografía quedó en el álbum hasta que Esther la rescató, comenzó a tirar del hilo y a resucitar a un pintor y escultor con una importante trayectoria artística, cimentada sobre todo en Uruguay, que le llevó a exponer por todo el continente, desde Nueva York a Argentina pasando por la Bienal de Sao Paulo, a ganar varios premios - fue considerado por la crítica iberoamericana como el mejor pintor de 1967 - o a realizar las portadas de varias novelas, entre ellas la primera edición de "La tregua", de Mario Benedetti. 




Como botón de muestra del valor que se le concede en el país charrúa, el expresidente Julio Mª Sanguinetti posee buena parte de su obra. De vuelta a España, instalado en Madrid, realizó exposiciones conjuntas con artistas como Chillida, Oteiza, Martín Chirino o Pablo Serrano (con quien había trabado amistad en América) y trabajó por encargo para instituciones o empresas, diseñando, entre otras curiosidades, un osito para la promoción del Seat Panda. 


La muerte le sorprendió en 1996, en plena actividad, y a partir de allí el silencio. Como también se pregunta la autora: ¿Por qué no hemos conocido hasta ahora a Agustín Alamán? Por mi parte, le agradezco a Esther su esfuerzo y espero poder leer la ampliación del artículo anunciada en su final, que publicará el IEA.