martes, 15 de marzo de 2016
martes, 8 de marzo de 2016
8 DE MARZO
Teníamos un profesor en el instituto que fomentaba la participación
mediante debates sobre temas más o menos candentes. En uno sobre la
Mujer se me ocurrió reivindicar
el papel femenino en la sociedad rural tradicional, al menos en la que
yo conocía. Opiné que las mujeres trabajaban más que los hombres, porque
lo hacían fuera y dentro de casa. Tal vez los hombres realizaran
esfuerzos físicos de mayor intensidad, pero las mujeres colaboraban
en faenas del campo y, además, llevaban el peso de la casa, mientras
que los hombres eludían todo lo relativo a faenas domésticas. Y, por
supuesto, sin reconocimiento alguno. Recuerdo que algunos compañeros
reaccionaron ofendidos, como si fuese un traidor a la causa masculina.
Uno, incluso me soltó que, con esa defensa de las mujeres ¡¡ligaría
mucho!!. Esa postura machista ya me resultaba chirriante en
adolescentes de comienzos de los ochenta, integrantes de una sociedad
más industrial que agraria, pero lo que no sospechaba es que
treintaypico años después, en una sociedad casi postindustrial,
seguirían existiendo desigualdades entre los sexos. Y mentalidades que
las sostienen.
jueves, 3 de marzo de 2016
Un paseo en bicicleta se parece a la vida: avanzas kilómetros sobre un
secarral y, de repente, te encuentras con la sorpresa de un barranco
húmedo que nace y muere en medio del monte, sin origen ni destino. Un
regalo de agua que emerge con el único afán, en apariencia, de esculpir
formas caprichosas en las rocas o de permitir que algunas plantas
crezcan y rompan la monotonía del paisaje. Tal vez en una época remota,
de más pluviosidad, ese barranco fue un
río y ahora es un resistente agónico, un anacronismo, como alguien que
no ha adaptado su modo de vida a los nuevos tiempos y, por inercia,
pervive en un mundo que ya no es el suyo.
Dejas atrás el barranco y, unos kilómetros después, te encuentras con restos de trincheras de la Guerra Civil, junto a molinos de viento cuyo zumbido, constante y algo inquietante, te recuerda que nada se detiene y que siempre, sobre las ruinas, se genera algo nuevo y distinto.
Dejas atrás el barranco y, unos kilómetros después, te encuentras con restos de trincheras de la Guerra Civil, junto a molinos de viento cuyo zumbido, constante y algo inquietante, te recuerda que nada se detiene y que siempre, sobre las ruinas, se genera algo nuevo y distinto.
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