viernes, 21 de mayo de 2021

Franco Battiato.

Estamos en la plaza de toros de Huesca. En el ruedo, sobre un escenario, canta Franco Battiato. Lo acompaña un grupo tan minimalista como su persona. Es una noche de verano, quizás del mismo año que la actuación del vídeo, porque esa es la imagen suya que recuerdo: un tipo delgado, con gafas y la voz nasal propia de quienes lucimos una nariz prominente (“Si con esa nariz canta, yo también podría hacerlo”, pienso). Incluso viste el mismo traje, o uno muy similar. No hace mucho que se ha puesto de moda y sus canciones me tocan algunas fibras. En pocos años la vida me ha dado un vuelco. Cómo no sentir una sacudida, entonces, ante quien confiesa buscar un centro de gravedad permanente, o que menciona a unos misteriosos – y tan reconocibles - nómadas que esperan su despertar, al final del camino, fuera de la ciudad. Y, sobre todo, que evoca a Radio Tirana transmitiendo música balcánica, esa misma Radio Tirana y esa misma música balcánica que tantas noches de la adolescencia escuché, asombrado, en un pequeño transistor. Cómo no querer a ese hombre enjuto y en apariencia introvertido que, de repente, nos invita a danzar como derviches mientras, en el inicio del compás sin letra, junta los pies y los separa, siguiendo el ritmo, y agita los brazos como un Quijote algo robotizado que pretendiera abarcar la inmensidad para volcarla en su interior. Que la tierra te sea leve, siciliano, y gracias.



lunes, 10 de mayo de 2021

El nacionalismo madrileño de Ayuso.

    Hay una faceta en la estrategia de Ayuso que, creo, no se ha tenido en cuenta al analizar su victoria: su apuesta por un “nacionalismo madrileño” y, al unísono, la identificación de este con el nacionalismo español. Ese nacionalismo a la madrileña de la reelegida presidenta, en el que ha basado su campaña, tiene varios frentes: en el plano económico, con el dumping fiscal, intentaba captar a las empresas de otras comunidades, lo que conllevaba empobrecer a las afectadas. En el político, se proclamaba víctima del Gobierno central y, en el social, ensalzaba la presunta idiosincrasia de la Villa y Corte y la superioridad del modo de vida de sus habitantes. Recordemos que, antiguamente, a los madrileños se les acusaba de creerse el ombligo del país y de mirar por encima del hombro a los “paletos” “de provincias”. Ayuso renovó en el subconsciente de sus paisanos esa autopercepción de seres especiales frente al resto de compatriotas por el simple hecho de vivir en su ciudad, equiparando su idealizado modo de vida con la libertad. Entendía esta – con algo de chulería castiza en la puesta en escena - con romper las cadenas impuestas por las restricciones sanitarias o con, por ejemplo, no encontrarse por la calle a las antiguas parejas. Daban igual los datos de la pandemia, la gestión de esta por parte de la Comunidad o la estupidez de argumentos tan peregrinos. Importaba que en los madrileños cuajase el mantra de ser ciudadanos más libres que el resto de españoles gracias a que no se había clausurado la hostelería - cuando, en cualquier ciudad, hace meses que tomamos cañas en bares y terrazas – ni cerrado los teatros – ídem que lo anterior. Eso sí, presa de su propio discurso, tuvo que tragarse las imágenes de franceses borrachos por las calles. La victimización provenía del supuesto maltrato por parte del Gobierno central, frente al que se alzó como adalid: “Tratar a Madrid como al resto de comunidades es muy injusto” pronunció hace medio año, en público, ante Pedro Sánchez. En resumen, el pack del nacionalismo perfecto (complejo de superioridad moral, insolidaridad y falsa victimización) que tanto se achacó a los independentistas catalanes. A la vez, y ahí viene la peculiaridad, el mensaje trascendía lo local extendiéndose a – y apropiándose de - lo nacional: identificó la ciudad con España entera. “Madrid es España dentro de España”, “España empieza en Madrid”, “Hoy comienza un nuevo capítulo en la historia de España” fueron algunas frases pronunciadas para celebrar la victoria. “Sánchez tiene los socios independentistas, los golpistas”, “(Sánchez) les da prisiones al País Vasco para que los presos etarras sean recompensados por la gran labor que han realizado matando gente en España”, fueron otras dichas durante la campaña. Madrid es Madrid alzándose contra sus enemigos, pero además es España combatiendo contra los enemigos de España (aunque el gobierno de Madrid actúe, con su discurso y sus medidas, como ellos) sería la síntesis. La diferencia, obvia, es que no pretende – ni, sobre todo, le interesa - independizarse del resto. Como remate, dos apuntes: no es baladí que las elecciones se efectúen en una fecha tan cercana al dos de mayo, con toda la carga simbólica que conlleva en esa identificación Madrid-España; eso sí, en día laborable, para impedir el voto de los, en teoría, más desafectos. El segundo, la propia cobertura de estos comicios autonómicos dada por los medios de comunicación nacionales (radicados, por supuesto, en la capital) reforzó esa sensación de que allí se jugaba algo más que el parlamento de una Comunidad cuya población solamente suma el 15% del total del país.
    Quizás con esas premisas se entiendan mejor los resultados y las respuestas de algunos entrevistados, publicadas hoy en El País: “Ayuso antepuso Madrid”, “Ayuso nos defendió”, “Ayuso nos salvó”, dice gente de izquierdas y de centro que votó por primera vez en su vida al PP. (…) También hay mucha gente desencantada con la política de pactos de Pedro Sánchez con Bildu y Esquerra Republicana de Catalunya.” Aquí añadiría dos matices: el auténtico elector de izquierdas (no considero así a todos los del PSOE) no ha votado a Ayuso. Al menos eso dicen los números, con el crecimiento de Podemos y Más Madrid. A Ayuso, además de sus fieles, le han votado los renegados de Ciudadanos y de una parte del PSOE, más una cuota de los absentistas. El segundo es que, si de verdad se ha castigado el apoyo al Gobierno por partidos nacionalistas periféricos, en próximas elecciones habrá que comprobar si ese nacionalismo español -y centralista – tiene, en el resto del país, la misma fuerza y peso en las decisiones de los votantes.
(foto tomada de la web de LaSexta.)