viernes, 21 de mayo de 2021

Franco Battiato.

Estamos en la plaza de toros de Huesca. En el ruedo, sobre un escenario, canta Franco Battiato. Lo acompaña un grupo tan minimalista como su persona. Es una noche de verano, quizás del mismo año que la actuación del vídeo, porque esa es la imagen suya que recuerdo: un tipo delgado, con gafas y la voz nasal propia de quienes lucimos una nariz prominente (“Si con esa nariz canta, yo también podría hacerlo”, pienso). Incluso viste el mismo traje, o uno muy similar. No hace mucho que se ha puesto de moda y sus canciones me tocan algunas fibras. En pocos años la vida me ha dado un vuelco. Cómo no sentir una sacudida, entonces, ante quien confiesa buscar un centro de gravedad permanente, o que menciona a unos misteriosos – y tan reconocibles - nómadas que esperan su despertar, al final del camino, fuera de la ciudad. Y, sobre todo, que evoca a Radio Tirana transmitiendo música balcánica, esa misma Radio Tirana y esa misma música balcánica que tantas noches de la adolescencia escuché, asombrado, en un pequeño transistor. Cómo no querer a ese hombre enjuto y en apariencia introvertido que, de repente, nos invita a danzar como derviches mientras, en el inicio del compás sin letra, junta los pies y los separa, siguiendo el ritmo, y agita los brazos como un Quijote algo robotizado que pretendiera abarcar la inmensidad para volcarla en su interior. Que la tierra te sea leve, siciliano, y gracias.



No hay comentarios:

Publicar un comentario