miércoles, 24 de noviembre de 2021

Azul.

Los días azules son iguales en todas partes, pero el mismo azul no se repite en ningún sitio. El mío es este – que la cámara no capta con el matiz exacto - y va acompañado de un sol que calienta lo justo para ahuyentar el frío sin empañar la transparencia del aire. El sol machadiano de la infancia, sí, pero también el de la juventud o la madurez en los mediodías de otoño o invierno. Un azul – la persecución de ese azul – que siempre ha iluminado algún rincón de las casas donde he vivido: paredes de habitaciones, ropas, objetos donde fijar la vista a la búsqueda, a través suyo, de esos momentos que me relajan y activan al unísono cuando me abstraigo en un cielo como el de hoy; que obran un vuelco en mi percepción del tiempo como le sucedía, con la música, al trasunto de Bird en el cuento de Cortázar.



jueves, 11 de noviembre de 2021

Dostoievski cumple doscientos años.

 

Hoy Dostoievski cumple doscientos años. Hace dos visité su última casa, en San Petersburgo, convertida en museo, con algunos recuerdos auténticos y otros fabricados basándose en los originales. Su espacio doméstico revivido tal como su dueño lo habitó, incluido el estudio con explicaciones sobre su peculiar manera de trabajar. 



Hace aproximadamente un cuarto de siglo leí, casi de un tirón, varias de sus obras (Los hermanos Karamazov, Crimen y castigo, El jugador, Memorias del subsuelo...). Me fascinó su capacidad para, a través de la palabra convertida en un taladro implacable, perforar hasta el tuétano de la mente humana. Es uno de los novelistas que más me ha deslumbrado y, por ello, me extraña lo poco que lo he releído o que, por ejemplo, “Noches blancas” lleve tanto tiempo cogiendo polvo en mi biblioteca, sin hincarle el diente. Tal vez, asentado en la pax burguesa de la literatura actual, tema enfrentarme al vértigo de esa montaña rusa – nunca mejor dicho – que recorrí al asomarme a sus páginas. O tal vez tema que aquella pasión percibida entonces se diluya en la lectura de la madurez. Quizás, en definitiva, con los escritores suceda lo mismo que con las personas.