miércoles, 1 de marzo de 2023

Pablo González lleva un año encarcelado en Polonia.

 

El periodista Pablo González, que ha trabajado para la Sexta o Público, entre otros Medios, cumple un año de prisión en Polonia, en unas condiciones más cercanas a las del feudalismo medieval que a las de un país democrático del siglo XXI.

Pablo González es hijo de ruso y española (nieto de unos de los niños de la guerra). Vivió sus primeros ocho años en Moscú bajo el nombre de Pavel Rubtsov González (el apellido de su padre). Cuando sus progenitores se separaron, se estableció con su madre en España, adoptando sus apellidos. Su padre y parte de familia siguen residiendo en Moscú. Para visitarlos y ahorrarse los engorrosos trámites que se exigen a los extranjeros, mantiene dos pasaportes: el español, como Pablo González, y el ruso, como Pavel Rubtsov. Es práctica habitual de muchos rusos residentes en nuestro país. Con Rusia no existe el tratado de doble nacionalidad; aquí sólo pueden usar el pasaporte español y allí les permiten mantener ambos. Así funcionó siempre Pablo, sin ningún problema. Estos surgieron tras la invasión de Ucrania. Se hallaba en Polonia cubriendo las oleadas de refugiados de los primeros días cuando fue detenido, acusado de espiar para los servicios de inteligencia de Putin. Un año después continúa en prisión preventiva (en régimen de aislamiento), sin que se haya presentado ninguna prueba contra él, más allá de la existencia de los dos pasaportes. Las únicas visitas que ha podido recibir han sido varias del cónsul, de sus abogados polacos (no españoles) y una de su mujer (española, como sus hijos, a quien no ha visto desde entonces). Por las informaciones que llegan, su estado físico ha degenerado considerablemente.

Artículo en Infolibre. 26-febrero-2023

Polonia, en los últimos años, había tenido muy serios encontronazos con la Unión Europea por la violación del Estado de Derecho. Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional de la Universidad Complutense definía la deriva polaca con rotundidad en un reciente artículo: “las actuaciones del Gobierno, Parlamento y Tribunal Constitucional polacos plantean, más allá de la gravedad de no aceptar la primacía del Derecho de la UE, la reversión del sistema democrático que no se limita a elecciones periódicas; se ha ordenado el ataque a valores elementales en una democracia”. La situación llegó hasta el punto de que se bloquearon los fondos europeos para aquel país. Todo cambió con la invasión de Ucrania (incluido el libramiento de 36.000 millones de euros retenidos, a pesar de seguir sin cumplir las condiciones exigidas). Si a esto le añadimos la paranoia rusófoba de los últimos meses, y la indiferencia (cuando no ominoso silencio) de Medios de comunicación y Gobierno español, entenderemos por qué se ha llegado a esta situación: un ciudadano de la UE encarcelado en un país de la Unión contraviniendo los más elementales derechos jurídicos que le deberían asistir.

Artículo completo de Araceli Mangas

No sé si Pablo González espiaba o no para Rusia, pero los argumentos esgrimidos en su contra me recuerdan demasiado a las novelas de John Le Carré ambientadas en la Guerra Fría. En pleno siglo XXI, acusan a un tipo con una cámara en la calle (sin acceso a centros de poder y fuera de los países en conflicto) de ser un peligro real para la seguridad de una nación. La mejor palabra para definirlo es tragicómico. La parte de comedia la aportan los organismos estatales. La de tragedia, la víctima de lo que parece la venganza personalizada en alguien cuyo “delito” es llevar sangre rusa. Me preocupa esta normalización del pensamiento y modos de actuar de la extrema derecha, bajo un disfraz democrático, en países de la Unión Europea.