martes, 15 de noviembre de 2022

Un artículo imprescindible de Grzegorz Rossoliński-Liebe para entender Ucrania.



Este artículo me parece imprescindible para contextualizar lo sucedido en Ucrania durante las últimas décadas. Apareció en 2012 y su autor es Grzegorz Rossoliński-Liebe, historiador germano-polaco de la Universidad Libre de Berlín, experto en la historia del Holocausto y Europa Central y Oriental. Su tesis doctoral versó sobre Stepan Bandera y la OUN (Organización de Nacionalistas Ucranianos), publicando luego la biografía canónica: “Stepan Bandera: La vida y el más allá de un nacionalista ucraniano. Fascismo, genocidio y culto.”

En “Debatiendo, enturbiando y disciplinando el Holocausto... (subo la traducción española, en el propio texto está el enlace a la versión original en inglés) se recorre la historia del nacionalismo ucraniano desde su origen en 1920 hasta nuestros días; muestra su colaboración con los nazis - con cuya ideología se identifican - en las matanzas de judíos y polacos durante la Segunda Guerra Mundial; analiza la diáspora de sus miembros por Occidente, tras la derrota, y la utilización y promoción de estos durante la Guerra Fría, acogidos en prestigiosas universidades como la de Harvard. Convertidos – como Franco – en los nuevos aliados contra el comunismo, los antiguos pronazis reescribieron sus propios documentos, al modo orwelliano, y blanquearon su ideología (siempre subyacente), hasta presentarse como simples luchadores por la independencia de un país que, por otra parte, apenas había existido durante tres años tras la Primera Guerra Mundial. Para Rossoliński, esta revisión falaz de sus actos e ideas, unida a la identificación automática de lo antisoviético con lo demócrata en la cosmovisión occidental, impregna en mayor o menor medida el trabajo de los historiadores – y no sólo de ellos - hasta el día de hoy.

El estudio también aborda la implantación de ese discurso ultranacionalista revisionado en la Ucrania independiente tras 1991, lo que conllevó la glorificación de Stepan Bandera como héroe de la patria, llenando el territorio de monumentos a su memoria, fundamentalmente en el Oeste dada “la enorme hostilidad cultural y política entre las partes occidental y oriental del país”. A ello se unió la expansión, desde instancias oficiales, de un relato en el que se negaba la participación de los nacionalistas de la OUN y el UPA (Ejército Insurgente de Ucrania) en los pogromos donde asesinaron (y confiscaron sus propiedades) a millón y medio de judíos ucranianos; en la limpieza étnica de Volinia y el Este de Galitzia, donde perecieron unos 100.000 polacos; o en la eliminación de “ucranianos no leales” partidarios de la URSS. En palabras del autor: “la legitimación del nacionalismo en publicaciones históricas y la construcción de monumentos a políticos nacionalistas o criminales de guerra son dos partes de un proceso recíproco con consecuencias desastrosas para la población local” (pg.36).


Como ejemplos de ese revisionismo, en el Congreso de 1941 los nacionalistas adoptaron el saludo fascista (levantar el brazo derecho) mientras se gritaba “Slava Ukraïni!” (¡Gloria a Ucrania!) y se respondía “Heroiam Slava!” (¡Gloria a los héroes!). Junto a ello, el lema «una nación, un partido, un líder» (odyn narid – odyn provid – odna vlada); y la bandera roja y negra, que simbolizaba la sangre y la tierra (Blut und Boden). Oficialmente declaró que judíos, polacos, rusos, soviéticos y ucranianos no leales eran los enemigos de la nación ucraniana y aconsejó a sus miembros que les destruyeran si es posible. En 1955 se volvieron a publicar las resoluciones del Congreso, eliminando las partes más comprometedoras; quedaron como la versión canónica para el futuro.
Lo mismo sucedió con el texto de la proclamación del Estado ucraniano el 30 de junio de 1941. En ella figuraban frases de admiración por Hitler y expresiones de deseo de una estrecha colaboración con la «Gran Alemania nacionalsocialista que bajo el liderazgo de Adolf Hitler está creando un nuevo orden en Europa». La versión falsificada de este documento, eliminando esos párrafos, no sólo fue republicada durante muchos años poco antes del aniversario del 30 de junio en varios periódicos ucranianos de derecha radical en Toronto, Londres o Münich, sino que se celebró entonces como un acto valiente y antialemán de «renovación de la condición de un Estado ucraniano». Porque, como bien apunta el historiador, la revisión y reescritura de sus propios textos ya comenzó antes del fin de la guerra, cuando percibieron la próxima derrota alemana y buscaron el amparo de las potencias occidentales.


Tras la derrota nazi, los nacionalistas siguieron combatiendo contra los soviéticos hasta 1950. Fruto de ello fueron los 30.000 prosoviéticos asesinados (de ellos, 20.000 civiles), pero también las drásticas represalias contra los acusados de pertenecer a la OUN, que alcanzaron a casi medio millón de ucranianos, entre muertos, arrestados y deportados. Este terror, según Rossolinski, afectó a casi todas las familias en el oeste de Ucrania y tuvo un impacto significativo en las futuras relaciones ucraniano-soviéticas en esa parte del país, sin duda unido al recuerdo del Holodomor.


A comienzos de 2012, Rossoliński fue invitado por la embajada alemana en Kiev a impartir seis conferencias sobre Stepan Bandera en Leópolis (Lviv), Dnipro y Kiev. En la primera, los organizadores no consiguieron encontrar un lugar que quisiera albergarla. Tres de las cuatro de Dnipro y Kiev se suspendieron y la única que se pudo realizar en la capital fue en el edificio de la embajada y bajo protección policial, boicoteada por intelectuales locales – no sólo nacionalistas - y con cien manifestantes en la puerta – incluidos ultraderechistas- que lo acusaban de ser “nieto de Goebbels” y un “fascista liberal de Berlín” (sic). Ninguna editorial ucraniana quiso (o se atrevió) a traducir su biografía sobre Bandera hasta poco antes de la invasión (criticada por el historiador), en que lo hizo, al parecer, una pequeña.

Pogromo de Lviv (Leópolis) en Ucrania. 1941.