viernes, 17 de noviembre de 2023

El último arreón del nacionalismo español.

 

Ya me carga este último arreón del nacionalismo español, el nacionalismo más dañino en nuestra Historia reciente, que gusta de utilizar la bandera para quebrar con ella las espaldas de los españoles que desean mejorar el país. Todo provocado porque el PP vendió la piel del oso electoral antes de cazarlo y Vox pretende justificar su existencia, que amenaza diluirse como el raquítico azucarillo de su discurso. De estos últimos nada cabe esperar, salvo que sigan deteriorando la convivencia. De los otros, su deriva los arrastra hacia un lodazal peligroso.

No espero maravillas del futuro Gobierno - los márgenes de movimiento son estrechos - ni me gusta el apoyo de la versión catalana – en ideología y corrupción – del PP. Pero no olvido algunas cosas: la amnistía fiscal de M. Rajoy en 2012, permitió a delincuentes blanquear 40.000 millones de euros - más de lo que se le perdona a la Generalitat – mientras, a la vez, subía el IVA. O ese mismo Presidente, muy español y mucho español, indultó a un antiguo cargo de Pujol condenado por malversación. En ambos casos no recuerdo que los defensores de España berrearan en la calle, ni que se escribieran tantos lamentos de plañidera como ahora. Tampoco olvido algunos silencios cuando el gobierno ¿socialista? de F. González indultó a Armada, un golpista de verdad.

Como viví en primera persona un “Procés local”, que convirtió en municipio a un barrio de Zaragoza por la decisión de un juez, sin que los vecinos pudieran votar y contra el deseo, entonces, de la mayoría, apoyé la idea de un referéndum entre los catalanes. Votaciones así se han celebrado en varios países cercanos sin que ardiera Troya. La última, la de Escocia en 2014. Aunque prefiera una Unión Europea fuerte y con personalidad propia - algo que veo cada vez más lejano - respeto que una comunidad tenga derecho a la libre determinación de su destino, como se dice en la Carta de la ONU. Vivo en un continente que ha sufrido un permanente cambio de fronteras, generación tras generación, durante los últimos siglos. Lo difícil, en el caso catalán, iba a ser gestionar el previsible resultado cercano al empate y la fractura social que conllevaba. Pero acusar de sedición y golpistas a quienes promovieron una consulta popular, por chapucera que resultase, me pareció mear fuera de tiesto. Sedición y golpes de estado fueron lo de Franco o el 23-F; esos que, si triunfan, desatan una represión salvaje para exterminar al rival político.

Da mucha grima y vergüenza ajena todo este circo, todo este sinsentido de gente rancia montando tumultos en calles y tribunas, gritando desaforada ante las cámaras envueltas en la bandera que, como al resto del país, consideran de su propiedad. Me sale decirles lo mismo que les soltó Labordeta en el Congreso, cuando le saboteaban el discurso: “¡A la mierda, hombre!”. 



 

martes, 14 de noviembre de 2023

Un recuerdo con Joan Jara.

 

Ha fallecido Joan Turner, la viuda de Víctor Jara. Joan se inició en la danza en su Londres natal, con el Ballet Joos recorrió buena parte de Europa y recaló en Chile con su entonces marido, Patricio Bunster, del que se separó al cabo de unos años. En este país ingresó en el Ballet Nacional y dio clases en la Universidad, donde conoció al que con el tiempo sería su segundo esposo, aún un joven estudiante de Teatro y cantante en ciernes. Su brillante trayectoria profesional quedó en parte eclipsada tras el asesinato de Víctor y el forzado exilio a Londres. Pasó a ser conocida como Joan Jara y recorrió el mundo, reclamada para actos de solidaridad con el pueblo chileno. En 1983 escribió una biografía de su marido, “Un canto truncado”, donde cuenta detalles de su vida, de los impulsos que movían su faceta creativa, tanto en teatro como en canción y de todo lo que rodeó su muerte, incluido el rescate in extremis del cadáver. No cejó en pedir justicia y ha llegado a ver cómo, medio siglo después, se condena a siete militares implicados en el crimen y cómo Estados Unidos ha despojado de la nacionalidad al autor material, primer paso para su extradición. A mitad de los ochenta retornó a Chile. Además de ser símbolo antifascista en un país todavía sometido por la dictadura, retomó su carrera creando el Centro de Danza Espiral. En reconocimiento a su labor profesional, en 2021 el gobierno le otorgó el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile. En 1993 había instituido la Fundación Víctor Jara, que mantiene vivo su legado. Hace unos veinte años estuvo en Zaragoza, y gracias a la generosidad de Mónica Díaz pude saludarla y regalarle un libro mío dedicado, como agradecimiento al referente personal que durante mi juventud, más allá de sus canciones, fue Víctor para mí. Que la tierra le sea leve.     



martes, 7 de noviembre de 2023

PERSIGUIENDO SOMBRAS POR ROMA

 

Escribía hace poco Irene Vallejo sobre la costumbre de buscar, en ubicaciones reales, el rastro de seres ficticios. Existen ficciones que nos han marcado, cuya memoria se superpone como una fina lámina a los escenarios por los que paseamos. Estos días, en Roma, los fantasmas de Jepp Gambardella y los personajes de “La gran belleza” me asaltaban entre las turbas que rodeábamos los monumentos insignes o en rincones casi solitarios que, por fortuna, también hallé. Incluso creí cruzarme con Toni Servilio en una acera del Trastévere. Seguramente, el rostro y las formas de aquel elegante caballero guardaban cierta semejanza con las del actor, pero bastó ese segundo fugaz de espejismo para que la ilusión se materializase. Conservé, sin embargo, un último ramalazo de cordura y no llegué a girarme y exclamar “¿Signor Servilio?”, tal como Gambardella cuando se topa con Mdme. Ardant. Igual que no llamé al timbre del ático a orillas del Tíber en el que se celebraba una fiesta, no fuera a ser que me invitasen a subir. En las Termas de Caracalla no encontré jirafas ni magos que las hiciesen desaparecer, pero sí recordé la despedida de Romano, el amigo fiel, el escritor desengañado de la ciudad y la literatura justo cuando por fin, demasiado tarde, comprende que ser uno mismo, en la vida y en las letras, es el único motor que puede impulsarnos hasta donde el talento y la suerte alcancen.




Pero no sólo de ficciones vive el hombre. También de personajes reales que hemos conocido a través de las ficciones porque, en parte, eso son los libros sobre la historia antigua, el relato de unos acontecimientos filtrados por la subjetividad del narrador coetáneo y la escasez de datos del actual. En la Piazza del Pópolo, mirando la calle que se superpone a la antigua vía Flaminia, imaginé a Aníbal frente a las murallas, dudando si intentar su asalto. O en el Ara Pacis saludé a la estatua de Claudio, mi emperador favorito, el que debió acuñar el dicho de “Tonto, tonto, mierda, mierda”. Con él se mezclan historia y novela, la de Robert Graves, que convertida en la serie “Yo, Claudio” sigue siendo una de las pocas que he visto entera, y la única dos veces con décadas de diferencia.




lunes, 24 de julio de 2023

Sobre las elecciones del 23-J

No aspiro al paraíso, algunas cosas no me gustan ni comparto todas las decisiones de esta última legislatura. Pero recuerdo cómo gobernaban los otros: la austeridad a costa de los de siempre mientras se amnistiaba a los grandes defraudadores; la sonrisa de Aznar en las Azores, ufano como el lacayo a quien por una vez permiten sentarse a la mesa del señor; las mentiras de las armas masivas o el 11-M. También soy lo bastante viejo y sensato para no tragarme la hipocresía de su escisión ultrapatriotera (a la que cada vez se acercan más en su deriva), su ramplonería revestida de palabras tan falsas como aquellos rancios decorados de cartón piedra que la nostalgia, esa traidora, presenta como paisajes reales en las mentes de algunos. Una palabrería que arrojan por todos sus medios (muchos y poderosos, ¿de dónde saldrá tanto dinero?) para inflar de aire los cerebros y convertirnos en hombres huecos, apoyados unos en otros con la cabeza llena de serrín (tomo la metáfora de Eliot). No soy un ingenuo, y sé que el margen de maniobra no es demasiado ancho, ni estoy tan ciego para no ver que entre los dos partidos grandes, en los grandes temas, existen pocas diferencias. Pero existen, y se amplían porque uno, por fortuna, tendrá que volver a apoyarse en la izquierda (ahora encarnada en el Sumar al que voy a votar) y el otro, por desgracia, va de la mano de la ultraderecha. Por eso, aunque no espere maravillas, prefiero otros cuatro años así que sufrir a Feijóo con Abascal en los tiempos que se avecinan. Si me entra añoranza del esperpento, ya cogeré un libro de Valle-Inclán.



martes, 6 de junio de 2023

Pampurrias tras la noche electoral.

 

A mí, los que de verdad me dan pampurrias son quienes celebran como una victoria lo que, en realidad, les supondrá cavarse un hoyo más profundo o caer en él desde el borde donde, mal que bien, van sobreviviendo. Esos que se creen pasajeros del mismo barco que quienes, a veces, les pasan la mano por la espalda, la misma mano con la que, cuando no los necesitan, los arrojan sin miramientos por la borda. Esos funcionarios de medio pelo que miran por encima del hombro al usuario; esos currantes de poco sueldo y mucho forocoches; esos autónomos que, por no tener jefe, se imaginan compadres de los Amancios y Florentinos; esos patriotas que se enrollan la cabeza con una bandera que los deja ciegos. Esos, en definitiva, sobre los que se mean quienes hoy brindan con motivo, y aún lo agradecen porque piensan que los rocían con champán.



jueves, 4 de mayo de 2023

El gato de Peñafiel

 

De camino, paramos a comer un bocadillo en un pequeño parque de Peñafiel. Apenas una hectárea de verde entre el río, una calle y la carretera. En cuanto nos sentamos apareció de la nada, con hambre pero no famélico, callejero pero no vagabundo. Tenía unos bonitos ojos, cada uno de un color. Ágil y con el punto justo de desvergüenza para moverse sin tregua entre los comensales de pierna en pierna, sin rozarlas, maullando suave para reclamar comida. No despreciaba el pan, agradeció la carne y disfrutó con el manjar de las torrijas. A veces torcía el gesto al masticar, como si le dolieran los dientes.



En una esquina del parque se levantaba un kiosco con algunas mesas donde, probablemente, conseguía algunas raciones. Creíamos que al marchar nos seguiría, suplicando que lo adoptáramos, sin embargo se detuvo al llegar a la acera. Nos miró mientras recogíamos las bolsas en el coche, al otro lado de la calle. Cuando se cercioró de que no regresaríamos, dio media vuelta y desapareció en esa nada de la que había surgido. Allí aguarda a que un día te detengas en ese rincón de Peñafiel. En su casa.



miércoles, 1 de marzo de 2023

Pablo González lleva un año encarcelado en Polonia.

 

El periodista Pablo González, que ha trabajado para la Sexta o Público, entre otros Medios, cumple un año de prisión en Polonia, en unas condiciones más cercanas a las del feudalismo medieval que a las de un país democrático del siglo XXI.

Pablo González es hijo de ruso y española (nieto de unos de los niños de la guerra). Vivió sus primeros ocho años en Moscú bajo el nombre de Pavel Rubtsov González (el apellido de su padre). Cuando sus progenitores se separaron, se estableció con su madre en España, adoptando sus apellidos. Su padre y parte de familia siguen residiendo en Moscú. Para visitarlos y ahorrarse los engorrosos trámites que se exigen a los extranjeros, mantiene dos pasaportes: el español, como Pablo González, y el ruso, como Pavel Rubtsov. Es práctica habitual de muchos rusos residentes en nuestro país. Con Rusia no existe el tratado de doble nacionalidad; aquí sólo pueden usar el pasaporte español y allí les permiten mantener ambos. Así funcionó siempre Pablo, sin ningún problema. Estos surgieron tras la invasión de Ucrania. Se hallaba en Polonia cubriendo las oleadas de refugiados de los primeros días cuando fue detenido, acusado de espiar para los servicios de inteligencia de Putin. Un año después continúa en prisión preventiva (en régimen de aislamiento), sin que se haya presentado ninguna prueba contra él, más allá de la existencia de los dos pasaportes. Las únicas visitas que ha podido recibir han sido varias del cónsul, de sus abogados polacos (no españoles) y una de su mujer (española, como sus hijos, a quien no ha visto desde entonces). Por las informaciones que llegan, su estado físico ha degenerado considerablemente.

Artículo en Infolibre. 26-febrero-2023

Polonia, en los últimos años, había tenido muy serios encontronazos con la Unión Europea por la violación del Estado de Derecho. Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional de la Universidad Complutense definía la deriva polaca con rotundidad en un reciente artículo: “las actuaciones del Gobierno, Parlamento y Tribunal Constitucional polacos plantean, más allá de la gravedad de no aceptar la primacía del Derecho de la UE, la reversión del sistema democrático que no se limita a elecciones periódicas; se ha ordenado el ataque a valores elementales en una democracia”. La situación llegó hasta el punto de que se bloquearon los fondos europeos para aquel país. Todo cambió con la invasión de Ucrania (incluido el libramiento de 36.000 millones de euros retenidos, a pesar de seguir sin cumplir las condiciones exigidas). Si a esto le añadimos la paranoia rusófoba de los últimos meses, y la indiferencia (cuando no ominoso silencio) de Medios de comunicación y Gobierno español, entenderemos por qué se ha llegado a esta situación: un ciudadano de la UE encarcelado en un país de la Unión contraviniendo los más elementales derechos jurídicos que le deberían asistir.

Artículo completo de Araceli Mangas

No sé si Pablo González espiaba o no para Rusia, pero los argumentos esgrimidos en su contra me recuerdan demasiado a las novelas de John Le Carré ambientadas en la Guerra Fría. En pleno siglo XXI, acusan a un tipo con una cámara en la calle (sin acceso a centros de poder y fuera de los países en conflicto) de ser un peligro real para la seguridad de una nación. La mejor palabra para definirlo es tragicómico. La parte de comedia la aportan los organismos estatales. La de tragedia, la víctima de lo que parece la venganza personalizada en alguien cuyo “delito” es llevar sangre rusa. Me preocupa esta normalización del pensamiento y modos de actuar de la extrema derecha, bajo un disfraz democrático, en países de la Unión Europea.



 

miércoles, 25 de enero de 2023

"La vida de los demás" (There is no evil), de Mohamad Rasoulof.

El director de cine Mohamad Rasoulof, como el también iraní Asghar Fharadi, posee la virtud que suele atribuirse a la poesía del silencio: contar tanto, o más, con lo elidido que con lo explícito. En las cuatro historias que integran “La vida de los demás” (“There is no evil”), el tema central no es la pena de muerte, en sí, sino las consecuencias que genera en los verdugos el acto de matar a una persona. Unos verdugos que lo son por oficio u obligación, nunca por vocación, y un acto, el de ejecutar, que a todos les damnifica en su cotidianidad y sus relaciones. El mensaje es claro: no existe la obediencia debida y somos responsables de nuestras acciones. La valentía del rebelde se paga, pero la cobardía o el interés del cumplidor también se cobran su precio, porque el remordimiento corroe a quien tiene un mínimo de conciencia.


Los paralelismos de las escenas donde se mezclan paisaje y música describen con sutileza los estados de ánimo de los protagonistas y, por extensión, de las diversas generaciones de iraníes: en el final de la segunda historia, la pareja de jóvenes felices se detienen en el mirador desde el que se contempla una vista deslumbrante de la Teherán crepuscular, donde las luces se encienden, mientras suena una versión de Bella Ciao (“Adiós, bella”), no con la letra partisana, sino con la cantada por las trabajadoras de los arrozales que lamentan la juventud desperdiciada. En el final de la cuarta, al paisaje casi lunar de las montañas secas le acompaña otra versión de Bella Ciao, de ritmo lento y sólo musical, que le da un tinte melancólico al relato del médico en las postrimerías de la vida. 



Y por encima de la trama, la plasmación de una sociedad efervescente bajo la losa de la teocracia. Algunos planos rebosan simbolismo, a la vez que sortean la estupidez del censor. Las mujeres aparecen en pantalla con el hijab, incluso en las escenas domésticas donde no es obligatorio su uso. En una, el marido le tiñe el pelo a su esposa, ambos de espaldas a la cámara. No vemos su rostro, pero sí su hermosa melena desparramada, sin la constricción del pañuelo, y en esa melena se concentra la vitalidad de una sociedad que aspira a mostrarse tal cual es, sin ataduras, hermosa como esas actrices y actores, en su mayoría desconocidos para mí, cuya belleza mineral, la extraña mezcla de suavidad y dureza en rasgos y gestos, me atrapa en cada película que descubro de aquella potente cinematografía. Leila Hatami, Shahab Hosseini, Mahtab Servati, Mohammad Valizadegan o Taraneh Alidoosti son nombres que, salvo la primera, me cuesta retener.



La vida de los demás”, ganadora del Oso de oro en Berlín, sigue prohibida en Irán. Mohamad Rasoulof ha pasado medio año en la cárcel (ha sido liberado hace unos días, por su estado de salud), tras firmar una carta pública en la que se pedía a las fuerzas de seguridad que depusieran las armas ante las protestas que, por una causa u otra, agitan el país. Otros cineastas han sufrido igual suerte, entre ellos Taraneh Alidoosti, la protagonista de El Viajante. Algunos continúan en prisión. Todos merecen nuestro apoyo y solidaridad.