lunes, 24 de julio de 2023

Sobre las elecciones del 23-J

No aspiro al paraíso, algunas cosas no me gustan ni comparto todas las decisiones de esta última legislatura. Pero recuerdo cómo gobernaban los otros: la austeridad a costa de los de siempre mientras se amnistiaba a los grandes defraudadores; la sonrisa de Aznar en las Azores, ufano como el lacayo a quien por una vez permiten sentarse a la mesa del señor; las mentiras de las armas masivas o el 11-M. También soy lo bastante viejo y sensato para no tragarme la hipocresía de su escisión ultrapatriotera (a la que cada vez se acercan más en su deriva), su ramplonería revestida de palabras tan falsas como aquellos rancios decorados de cartón piedra que la nostalgia, esa traidora, presenta como paisajes reales en las mentes de algunos. Una palabrería que arrojan por todos sus medios (muchos y poderosos, ¿de dónde saldrá tanto dinero?) para inflar de aire los cerebros y convertirnos en hombres huecos, apoyados unos en otros con la cabeza llena de serrín (tomo la metáfora de Eliot). No soy un ingenuo, y sé que el margen de maniobra no es demasiado ancho, ni estoy tan ciego para no ver que entre los dos partidos grandes, en los grandes temas, existen pocas diferencias. Pero existen, y se amplían porque uno, por fortuna, tendrá que volver a apoyarse en la izquierda (ahora encarnada en el Sumar al que voy a votar) y el otro, por desgracia, va de la mano de la ultraderecha. Por eso, aunque no espere maravillas, prefiero otros cuatro años así que sufrir a Feijóo con Abascal en los tiempos que se avecinan. Si me entra añoranza del esperpento, ya cogeré un libro de Valle-Inclán.