jueves, 4 de mayo de 2023

El gato de Peñafiel

 

De camino, paramos a comer un bocadillo en un pequeño parque de Peñafiel. Apenas una hectárea de verde entre el río, una calle y la carretera. En cuanto nos sentamos apareció de la nada, con hambre pero no famélico, callejero pero no vagabundo. Tenía unos bonitos ojos, cada uno de un color. Ágil y con el punto justo de desvergüenza para moverse sin tregua entre los comensales de pierna en pierna, sin rozarlas, maullando suave para reclamar comida. No despreciaba el pan, agradeció la carne y disfrutó con el manjar de las torrijas. A veces torcía el gesto al masticar, como si le dolieran los dientes.



En una esquina del parque se levantaba un kiosco con algunas mesas donde, probablemente, conseguía algunas raciones. Creíamos que al marchar nos seguiría, suplicando que lo adoptáramos, sin embargo se detuvo al llegar a la acera. Nos miró mientras recogíamos las bolsas en el coche, al otro lado de la calle. Cuando se cercioró de que no regresaríamos, dio media vuelta y desapareció en esa nada de la que había surgido. Allí aguarda a que un día te detengas en ese rincón de Peñafiel. En su casa.