jueves, 11 de noviembre de 2021

Dostoievski cumple doscientos años.

 

Hoy Dostoievski cumple doscientos años. Hace dos visité su última casa, en San Petersburgo, convertida en museo, con algunos recuerdos auténticos y otros fabricados basándose en los originales. Su espacio doméstico revivido tal como su dueño lo habitó, incluido el estudio con explicaciones sobre su peculiar manera de trabajar. 



Hace aproximadamente un cuarto de siglo leí, casi de un tirón, varias de sus obras (Los hermanos Karamazov, Crimen y castigo, El jugador, Memorias del subsuelo...). Me fascinó su capacidad para, a través de la palabra convertida en un taladro implacable, perforar hasta el tuétano de la mente humana. Es uno de los novelistas que más me ha deslumbrado y, por ello, me extraña lo poco que lo he releído o que, por ejemplo, “Noches blancas” lleve tanto tiempo cogiendo polvo en mi biblioteca, sin hincarle el diente. Tal vez, asentado en la pax burguesa de la literatura actual, tema enfrentarme al vértigo de esa montaña rusa – nunca mejor dicho – que recorrí al asomarme a sus páginas. O tal vez tema que aquella pasión percibida entonces se diluya en la lectura de la madurez. Quizás, en definitiva, con los escritores suceda lo mismo que con las personas.






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