martes, 8 de marzo de 2016

8 DE MARZO

Teníamos un profesor en el instituto que fomentaba la participación mediante debates sobre temas más o menos candentes. En uno sobre la Mujer se me ocurrió reivindicar el papel femenino en la sociedad rural tradicional, al menos en la que yo conocía. Opiné que las mujeres trabajaban más que los hombres, porque lo hacían fuera y dentro de casa. Tal vez los hombres realizaran esfuerzos físicos de mayor intensidad, pero las mujeres colaboraban en faenas del campo y, además, llevaban el peso de la casa, mientras que los hombres eludían todo lo relativo a faenas domésticas. Y, por supuesto, sin reconocimiento alguno. Recuerdo que algunos compañeros reaccionaron ofendidos, como si fuese un traidor a la causa masculina. Uno, incluso me soltó que, con esa defensa de las mujeres ¡¡ligaría mucho!!. Esa postura machista ya me resultaba chirriante en adolescentes de comienzos de los ochenta, integrantes de una sociedad más industrial que agraria, pero lo que no sospechaba es que treintaypico años después, en una sociedad casi postindustrial, seguirían existiendo desigualdades entre los sexos. Y mentalidades que las sostienen.

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