Hace tiempo vi una vieja entrevista a Leonard Cohen en Donosti, justo antes del famoso concierto de Binéfar. En ella, tras repasar antiguas amistades, comentó que había visto a Phil Ochs en buen estado poco antes de morir, por lo que le sorprendió su suicidio. Ahí tuve mi momento magdalena de Proust, y del fondo de la memoria emergió este cantante, popular en los sesenta y bastante olvidado tras su muerte. Ahora, con el tirón del biopic sobre Bob Dylan, es un buen momento para recuperar la figura de quien, en aquella época, fue su colega y rival.
Phil Ochs nació en 1940, con 16 años era clarinetista solista en la
orquesta del Conservatorio de Música de la Universidad Capital, en Ohio, y una
década después se había erigido como uno de los estandartes de la renovada
música folk surgida en el Village neoyorkino. Con Bob Dylan mantuvo una
relación ambivalente, combinando la mutua admiración –“No puedo seguirle el
ritmo a Phil, y él cada vez es mejor”, dijo una vez Dylan- con la rivalidad
artística. A esto se añadía un problema de celos porque, se dice, ambos andaban
tras Joan Baez. Dylan fue su novio y Ochs le regaló temas como “There but for
fortune”, que Baez convirtió en éxito. En 1965, el ya famoso Dylan lo subió a
su limusina para que le diese su opinión sobre una de sus últimas canciones. Al
invitado le pareció muy floja y el huésped lo echó del coche.
Ochs
fue siempre fiel a su temática y sus ideas, aunque su mente albergase
contradicciones: creía en la revolución cubana a la vez que en los Kennedy; se
posicionaba contra la guerra de Vietnam y admiraba a John Wayne. La difusión de
su música se vio limitada por sus posturas políticas, pero no pareció
importarle demasiado. En 1971 viajó a Chile junto a su amigo Jerry Rubin, para
mostrar a los chilenos que no todos los estadounidenses compartían las intrigas
de su gobierno contra el de Salvador Allende. Jerry Rubin da para otro post: de
ser uno de los “siete de Chicago” a empresario de éxito. De proponer como
candidato a la presidencia de EEUU a Pigasus - un cerdo - a convertirse en uno
de los primeros accionistas de Appel. De intentar que el Pentágono levitara con
la fuerza mental -y la inestimable colaboración del LSD- a libros de autoayuda
para hombres -como él- con un pene pequeño. De yippie a yuppie, en resumen. En
Santiago de Chile, los dos amigos se enteraron de una huelga en una mina e
intentaban, sin éxito, acceder al autobús que llevaría a un grupo de apoyo a
los huelguistas. Deambulaban por las escalinatas de la Universidad Técnica
cuando coincidieron con una británica, de nombre Joan, que había acercado con
el coche a su marido para que embarcase en el autobús. Le contaron qué hacían
allí y ésta les presentó a su marido. Así se conocieron Phil Ochs y Víctor
Jara, y así lo cuenta Joan: “Mientras esperábamos a que se llenara, me puse a
charlar con dos gringos de aspecto hippie que llevaban una guitarra y estaban
sentados en la escalinata del campus. Me contaron que quería ir a la mina a fin
de expresar su apoyo a los mineros y cantar si era posible algunas canciones
para decirles que muchos norteamericanos condenaban la política de gobierno de
los Estados Unidos (…) a medida que se desarrollaba la conversación se
presentaron como Phil Ochs y Jerry Rubin. Los llevé adonde se encontraba Víctor
conversando con los organizadores de la expedición y él intervino para que les
permitieran ir con el grupo. (…) Víctor les dio la posibilidad de hablar y
cantar unas pocas canciones, haciendo de traductor, y al final todos juntos
entonaron la canción de Pete Seeger If I had a hammer. Los tres se divirtieron
tanto que, por la noche, al regresar a Santiago, Víctor los llevó a la peña,
donde fueron recibidos calurosamente”. La química entre ambos fue instantánea.
El impacto que causó el chileno en él, su forma de relacionarse con los
mineros, lo resume su hermano, en el documental “There But For Fortune”,
evocando sus propias palabras: “No te imaginas, aquí no somos nada comparados
con él; Bob Dylan, Pete Seeger y yo somos una farsa al lado de Víctor”. “Lo
adoraba, y admiraba mucho el trabajo que hacía en las poblaciones”, concluye su
hermano. Por su parte, Joan afirmó que, para Jara: “era increíble haber
encontrado a alguien con ese tipo de compromiso, con ese tipo de entusiasmo,
con esa sinceridad en lo que hacía. Era como haber encontrado una suerte de
hermano estadounidense”.
La
estrella de Ochs fue declinando en su país, aunque siguió participando en
eventos tanto políticos como musicales: apoyó a los demócratas y John Lennon lo
invitó personalmente a cantar en un concierto benéfico, en Michigan. Entre
medias, vivía experiencias algo peligrosas en parajes lejanos, tanto por
Hispanoamérica como por Oceanía o África. En Tanzania, unos ladrones intentaron
estrangularlo y dañaron para siempre sus cuerdas vocales. Pensó que había sido
un intento de asesinato orquestado por la CIA y el trastorno bipolar que
padecía de antiguo se incrementó. En septiembre de 1973, al enterarse del golpe
de estado contra Allende y el asesinato de Víctor Jara, el declive se acentuó.
Con todo, en mayo del año siguiente organizó en el Madison Square Garden un
concierto benéfico de homenaje a Chile, donde, con algún trago de más, Dennis
Hooper leyó poemas de Neruda y la mitad de los Beach Boys cantaron “California
Girls”, o donde Pete Seeger y Arlo Guthrie (el hijo de Woody) aportaron
seriedad. Ochs incluso convenció a Bob Dylan para que participase. Cuentan que
el futuro Nobel aceptó cuando le dijeron que se habían vendido pocas entradas.
Con él, se llenó la sala.
A partir de entonces entró en barrena. Aumentó la paranoia - unida a la bebida -, llegó a afirmar que un tal John Butler Train lo había asesinado y usurpado su identidad, afloraron ideas suicidas y vivió un tiempo en la calle hasta que su hermana lo acogió en su casa donde, un día de abril de 1976, lo hallaron ahorcado. Tenía 35 años. Estos últimos años los define su biógrafo Michael Schumacher con estas palabras:
“Según el pensamiento de Phil, había muerto hacía mucho tiempo: había muerto políticamente en Chicago, en 1968, en la violencia de la Convención Nacional Demócrata; había muerto profesionalmente en África, unos años más tarde, cuando fue estrangulado y sintió que ya no podía cantar; había muerto espiritualmente cuando Chile fue derrocado y su amigo Víctor Jara fue brutalmente asesinado; y, finalmente, había muerto psicológicamente a manos de John Train.”
Años
después, se supo que el FBI tenía un archivo de 500 páginas sobre Ochs y que,
tras su muerte siguieron considerándolo "potencialmente peligroso".
Como
se dice en estos casos, siempre nos quedarán sus canciones.
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