En la mirada del fotógrafo, en la percepción de la realidad que luego se
plasma en la imagen, se refleja su forma de ser, el modo en que afronta
la vida y el contacto con las gentes que lo pueblan. Si, además de
destreza técnica, posee sensibilidad de artista, la capacidad de ver
figuras donde la mayoría sólo ve útiles cotidianos, de extraer la
belleza de esa realidad circundante o de crearla con los materiales que
ésta le concede, surgen fotografías como las que Beatriz Pitarch
expone en la sala Koralium, y de la que este corazón es una buena
muestra. No se trata de una composición de laboratorio. La amalgama de
techos y barandillas recibe a los visitantes que transitan por la
estación de tren de Sevilla. Beatriz lo percibió y no dudó en tirarse al
suelo, rodeada de pasajeros atónitos, para conseguir la instantánea.
¿Cuántos cientos de miles habremos caminado por esos pasillos sin verlo?
Para ello es necesaria la conjunción de atributos personales que ella
posee: entusiasmo ante la vida, actitud positiva con las gentes que
encuentra a su paso y un punto de desparpajo para no dejar escapar las
oportunidades que se le presentan.
Anteayer disfruté visitando la exposición y, si os animáis a verla, seguirá allí hasta final de junio.
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