domingo, 13 de enero de 2019

Lienzos en 1/10". Exposición fotográfica de José Tomás.




LIENZOS EN 1/10".

     Una décima de segundo basta para que una bala te quite la vida o para que una mirada, al cruzarse con la tuya, te resucite. En ambos casos aludimos al azar. Y el azar existe, sin duda, pero a menudo le achacamos el destino donde la intuición nos lleva. La intuición precede a la conciencia como el reflejo a la orden del cerebro. Antes de apretar el disparador, en la décima previa a la del acto fotográfico, la intuición le avisa a José de que allí hay una imagen. No una cualquiera. Quizás de modo inconsciente, su retina percibe en la escena la imagen pictórica que duerme en su cerebro. La presiente dentro del paisaje igual que Miguel Ángel veía la escultura dentro del bloque de mármol. Con ayuda de la cámara, la secuestra, y con la técnica, la trabaja, despojándola de adherencias inútiles, hasta que el cuadro, o su evocación, surge.
     En cualquier orden creativo desconfío del cartesiano que planea su obra hasta el último rincón y luego la desmenuza con la racionalidad de quien desmonta un mecano. Confío en quien mantiene el plano general en su cabeza, pero luego arriesga en los detalles. A diferencia del primero, transeúnte por caminos hollados bajo la luz, el segundo se adentra en zonas de penumbra, las explora y coloniza, amplía territorios. En el trabajo de José, la velocidad de exposición de la cámara es también la de su exposición, la décima de segundo en la que el espectador se convierte en protagonista. La totalidad del panorama da paso a la realidad de la parte elegida. El fotógrafo - el demiurgo - decide lo que eterniza en una nueva realidad, la suya. Al convertirla en su obra, vierte en ella su propia esencia, aquello que ha formado su poso cultural y vital, su personalidad. En José se manifiesta una aguda sensibilidad hacia lo minúsculo y la abstracción, que lo vincula a una raigambre cuyo origen arranca en el arte esquemático de la Prehistoria. Alejándose de lo figurativo – aunque sin cortar del todo los amarres – transmuta la realidad en signos que, al unísono, enlazan con lo consciente y el subconsciente. La abstracción, en estas fotografías, desprende sensaciones oníricas y la sensibilidad se esparce en formas etéreas. Al mencionar a Emir Nolde o Wu Guanzhong, el autor da alguna pista sobre sus influencias o, más bien, sus metas, la comunión con determinados autores hacia los que convergen sus creaciones. Otros notorios son los expresionistas abstractos y Rothko, en particular, con sus rectángulos cromáticos. Como en el impulso creativo de ese pintor, en José se atisba un cierto halo místico, envolvente. La fragilidad de esas ramas desvaídas o los colores diluidos como una acuarela tienen algo de hipnótico. Sugieren, sin avasallar al observador, la entrada en un trance hacia el que nos conduce siendo también partícipe, con la humildad de aquellos obispos cátaros, los Perfectos, que vivían entre sus acólitos, lejos de fastos o alharacas. Los Perfectos imponían el Consolamentum con sus manos sobre el creyente, para limpiarlo de todo pecado. José, a través de las suyas, trabaja los negativos originales, aun los erróneos, para ofrecernos estas imágenes limpias y sugestivas. 
     Unas fotografías semejantes a cuadros en las que ambas disciplinas se reúnen de nuevo.

MIGUEL CARCASONA.






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