Hace unas semanas asistí a la presentación de un libro especial, “Averly, elegía del óxido”, del fotógrafo Andrés Ferrer, aliñado con estupendos textos de Adolfo Ayuso, Antón Castro, Julio José Ordovás y Fernando Sanmartín.
Para quien no conozca la historia, Averly fue una potente empresa de fundición industrial - maquinaria y artística - que funcionó durante siglo y medio, con un importante papel en la comunidad y abundante presencia en la ornamentación urbana de Zaragoza. Tras su cierre, en 2011, se vendió para construir pisos de alto coste en el solar, salvo en la entrada principal y la vivienda familiar, declarados Bienes de Interés Cultural. En respuesta, se creó una plataforma ciudadana para salvar también las naves, por su interés como arqueología industrial. Su fracaso era de prever y, como apunta el autor: “El 21 de julio de 2016, cumpliendo con la tradición local, se iniciaron los derribos de Averly”.
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